“Internet se vendrá abajo y cuando lo haga viviremos oleadas de pánico mundial. Nuestra única posibilidad es sobrevivir a las primeras 48 horas. Para eso hemos de construir un bote salvavidas”. Estas fueron las palabras de Dan Dennett, un prestigioso filósofo estadounidense. Un hombre que aprovechó su charla en el TED, para afirmar algo sobre lo que muchas personas reflexionan en estos momentos.
Con el paso de los años, hemos experimentado cómo Internet ha ido ocupando poco a poco nuestras vidas. La evolución de la tecnología ha sido tal, que nos permite acceder a todo tipo de información desde nuestros smartphones, tablets, portátiles, ordenadores de sobremesa e incluso televisiones. En cualquier momento, allá donde estemos, podemos navegar por la red y comunicarnos con gente de la otra punta del mundo. Increíble, pero cierto, ¿verdad? Pero no sólo debemos centrarnos en lo positivo de todo esto. Las palabras de Dan Dennett, me han hecho reflexionar y plantearme una serie de cuestiones. ¿Somos tan dependientes de Internet como afirma? ¿Seremos capaces de sobrevivir el día que no tengamos acceso a Internet?
Vayamos más allá. Centrémonos en la clave de todo esto, bajo mi punto de vista. Para mí, las redes sociales son el centro de lo que afirma Dan Dennett y la base de su argumentación. ¿Por qué? Muy sencillo: la mayor parte de la población recurre a Internet para comunicarse, y ahí es donde aparecen las redes sociales (Whatsapp, Facebook, etc). Tenemos la necesidad de interaccionar con otras personas, ya sea físicamente o virtualmente. Somos seres sociales por naturaleza que, con el paso del tiempo, hemos sustituido el lenguaje verbal y no verbal por el lenguaje digital. Dicho esto, no estoy afirmando que las redes sociales sean perjudiciales. Al contrario: para mí es muy útil, pero con moderación. No debemos perder de vista los sistemas de comunicación de toda la vida.
La facilidad con la que accedemos a Internet y la disponibilidad del mismo, hacen que estemos cambiando nuestros hábitos. Ir por la calle con el móvil en la mano, enviando mensajes mientras caminas, es una imagen común. Encontrar en un pub o cafetería a un grupo de amigos sentados en la misma mesa, todos ellos con la cabeza agachada y la mirada clavada en las pantallas de sus respectivos smartphones, es una estampa frecuente. ¿Dónde quedan las miradas, las sonrisas y los gestos con las manos? ¿Qué pasará el día que Internet caiga y dejen de ser útiles las redes sociales? Ese día, tendremos que aferrarnos a nuestro bote salvavidas para sobrevivir en nuestra sociedad, en nuestro entorno. Ese bote sólo lo conseguiremos al volver a adquirir las habilidades sociales que perdimos cuando nos dejamos absorber por Internet y por las redes sociales, y al mantener el vínculo con nuestro entorno: nuestros padres, hermanos, abuelos, amigos… Deja de mirar la pantalla y habla con tu entorno. Seguro que tienen cosas muy interesantes que contarte.
Con el paso de los años, hemos experimentado cómo Internet ha ido ocupando poco a poco nuestras vidas. La evolución de la tecnología ha sido tal, que nos permite acceder a todo tipo de información desde nuestros smartphones, tablets, portátiles, ordenadores de sobremesa e incluso televisiones. En cualquier momento, allá donde estemos, podemos navegar por la red y comunicarnos con gente de la otra punta del mundo. Increíble, pero cierto, ¿verdad? Pero no sólo debemos centrarnos en lo positivo de todo esto. Las palabras de Dan Dennett, me han hecho reflexionar y plantearme una serie de cuestiones. ¿Somos tan dependientes de Internet como afirma? ¿Seremos capaces de sobrevivir el día que no tengamos acceso a Internet?
Vayamos más allá. Centrémonos en la clave de todo esto, bajo mi punto de vista. Para mí, las redes sociales son el centro de lo que afirma Dan Dennett y la base de su argumentación. ¿Por qué? Muy sencillo: la mayor parte de la población recurre a Internet para comunicarse, y ahí es donde aparecen las redes sociales (Whatsapp, Facebook, etc). Tenemos la necesidad de interaccionar con otras personas, ya sea físicamente o virtualmente. Somos seres sociales por naturaleza que, con el paso del tiempo, hemos sustituido el lenguaje verbal y no verbal por el lenguaje digital. Dicho esto, no estoy afirmando que las redes sociales sean perjudiciales. Al contrario: para mí es muy útil, pero con moderación. No debemos perder de vista los sistemas de comunicación de toda la vida.
La facilidad con la que accedemos a Internet y la disponibilidad del mismo, hacen que estemos cambiando nuestros hábitos. Ir por la calle con el móvil en la mano, enviando mensajes mientras caminas, es una imagen común. Encontrar en un pub o cafetería a un grupo de amigos sentados en la misma mesa, todos ellos con la cabeza agachada y la mirada clavada en las pantallas de sus respectivos smartphones, es una estampa frecuente. ¿Dónde quedan las miradas, las sonrisas y los gestos con las manos? ¿Qué pasará el día que Internet caiga y dejen de ser útiles las redes sociales? Ese día, tendremos que aferrarnos a nuestro bote salvavidas para sobrevivir en nuestra sociedad, en nuestro entorno. Ese bote sólo lo conseguiremos al volver a adquirir las habilidades sociales que perdimos cuando nos dejamos absorber por Internet y por las redes sociales, y al mantener el vínculo con nuestro entorno: nuestros padres, hermanos, abuelos, amigos… Deja de mirar la pantalla y habla con tu entorno. Seguro que tienen cosas muy interesantes que contarte.
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