La adicción a sustancias psicoactivas (drogas) es uno de los problemas más importantes a los que se enfrenta nuestra sociedad en la actualidad, tanto por la magnitud del fenómeno como por las consecuencias personales (a nivel psicológico y a nivel físico) y sociales derivadas de éste. Además, desgraciadamente cada vez abunda más en los adolescentes. En el caso del consumo de drogas los datos disponibles revelan que en nuestro país el 79,4% de los individuos de entre 15 y 34 años ha consumido bebidas alcohólicas en los últimos 12 meses y un 47,3% ha consumido tabaco Mientras, en el caso del cannabis, esta cifra se sitúa en el 19,8%, el 5,2% para cocaína y el 2,4% para el éxtasis. Y en cuanto al consumo de otras sustancias tales como alucinógenos o heroína, cabe destacar que las cifras son mucho menores, pero preocupantes (datos referidos a los años 2008-2009).
En el año 2010, el alcohol (30%), el tabaco (12,3%) y el cannabis siguen siendo las drogas más consumidas por los estudiantes españoles. A estas drogas le siguen, por este orden, hipnosedantes, cocaína, alucinógenos, éxtasis, anfetaminas y heroína. Además, a esta lista cabe añadir las drogas emergentes tales como las setas mágicas, el spice y la ketamina.
Cabe destacar que, según varios estudios, el consumo de drogas lícitas (tabaco y alcohol) se hace estable a partir de los 15-16 años. Con frecuencia, el adolescente es un bebedor compulsivo que busca colocarse para empezar la fiesta y usa el alcohol como droga sustitutiva de las drogas ílicitas, las cuales comienzan a ser consumidas de forma regular a partir de los 17 años, viéndose aumentado el consumo hasta alcanzar la edad adulta.
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) la adicción es un estado de intoxicación crónica y periódica originada por el consumo repetido de una droga, natural o sintética caracterizada por: una compulsión a continuar consumiendo mediante cualquier medio, una tendencia al aumento de la dosis, una dependencia psíquica y física de los efectos, y consecuencias perjudiciales para el individuo y la sociedad.
Dentro de la literatura científica del abuso de sustancias psicoactivas, hay muchos modelos conceptuales para explicar la adicción. Pero yo me voy a centrar en las teorías cognitivas, en los enfoques del aprendizaje (aprendizaje operante y aprendizaje social), y en el modelo de Becoña, debido a que son las que más se acercan a la realidad del problema.
En la actualidad, las teorías cognitivas se centran en el papel de las percepciones sobre el consumo que tienen los adolescentes cuando toman decisiones con respecto a la iniciación en el consumo de sustancias y a la continuación de éste. Las actitudes, las creencias normativas y las expectativas de consumo, además de la autoeficacia, influyen en la evaluación de la toma de decisiones sobre los beneficios y los costes del consumo de una determinada droga.
En cuanto a los enfoques del aprendizaje operante, estos ven el consumo de las sustancias psicoactivas en el contexto de los antecedentes y las consecuencias que tienen una conexión funcional con la conducta. Por ejemplo, ante la presencia de estrés, el consumo de una sustancia psicoactiva puede producir una reducción de la tensión, un paliativo al afecto negativo o manejarse mejor a nivel social. Estas consecuencias que siguen al consumo de drogas pueden servir para reforzarlo y, por tanto, aumenta la probabilidad de que se vuelva a consumir en el futuro esa sustancia en una situación similar.
El modelo de aprendizaje social, considera que el aprendizaje está mediado cognitivamente a través de la observación e imitación de modelos que consumen sustancias, como por ejemplo los compañeros o los padres. La autoeficacia y el afrontamiento son términos claves en esta teoría. Esta teoría daría una explicación a los casos en los que un adolescente comienza a consumir debido a que alguien de su entorno (amigos, familiares, etc) también lo hace.
Según el modelo de Becoña, debemos considerar las distintas etapas por las que pasa una persona respecto al conocimiento, contacto y consumo o no de una sustancia psicoactiva. Según este modelo, en el campo del consumo de drogas hay varias etapas. Éstas son las previas al conocimiento o inicio del consumo, donde son importantes los elementos de predisposición del consumidor. Luego tendríamos una etapa de conocimiento, que llevaría a experimentar con algunas sustancias. Y aquí es cuando se diferencian los tipos de sustancias, ya que, en la realidad tendemos a diferenciarlos.
El experimentar se refiere a probar una sustancia que ya se conoce y que está disponible y accesible al adolescente. Experimentar con una sustancia psicoactiva no tiene por qué llevar al consumo, ya que la gran mayoría de las personas ni siquiera llegan a tener contacto directo, en términos de consumo, con estas sustancias.
Después de la fase de experimentación viene la fase de inicio al consumo esporádico o más sistemático, lo que facilita pasar del uso al abuso y a la dependencia de la sustancia, o a obtener con la sustancia claros beneficios de tipo personal, psicológico, emocional, social, etc. Los jóvenes que se encuentran en esta fase pueden decantarse por seguir consumiendo, y de esta forma pasarían a la fase de consolidación del consumo de esa sustancia psicoactiva, con el riesgo de pasar a consumir otras sustancias y poder comenzar a tener graves problemas con otras drogas (legales o ilegales). En caso de pasar a la dependencia, hablaríamos de una dependencia consolidada.
La fase de consolidación va seguida de las fases de mantenimiento y abandono. Cuando la persona tiene una adicción consolidada, se suele afirmar que se encuentra en la fase de mantenimiento. En esta fase y en las anteriores, la persona puede pensar en el abandono del consumo o puede tener presiones externas para abandonarla (fase de abandono). Pero el proceso no finaliza aquí. Si la persona ha llegado a la dependencia, puede pasar sucesivamente por las fases de mantenimiento y abandono. El adolescente puede sufrir el proceso de mantenimiento o el de recaída.
Un elemento importante de este modelo es la percepción del riesgo que los individuos tienen sobre cada una de las sustancias adictivas que ven en su casa, en el ambiente social, en los medios de comunicación, entre sus amigos, etc.
En mi opinión, he de destacar que debido a que tanto las causas como las consecuencias de la dependencia de drogas son múltiples (físicas, psicológicas y sociales), es preferible buscar la ayuda de un equipo terapéutico (médico, psicólogo y trabajador social) para que el tratamiento sea efectivo. Además, la motivación para el cambio es importante en el tratamiento, ya que es un elemento básico para mantener al adolescente en el tratamiento. Por ello, el equipo de terapeutas tiene que entender y apoyar al adolescente, y nunca etiquetarlo.
Dicho todo lo anterior, cabe mencionar que existe la posibilidad de que se complique el diagnóstico, debido a la variedad y complejidad de los factores intervinientes en cada una de las etapas por las que pasa un adolescente, antes y después de convertirse en adicto a una sustancia considerada como droga.
Y por último, a modo de reflexión, en muchos casos la adicción provoca enfermedades mentales tales como la esquizofrenia, demencia persistente inducida por sustancias, trastornos psicóticos, ansiedad, delirium, etc. Debemos reflexionar sobre este problema y actuar, sobre todo mediante campañas de prevención dirigidas a adolescentes, y mediante programas tanto de desintoxicación como de integración.
José Antonio Marco, estudiante de psicología en la Universidad Miguel Hernández.
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